El drenaje linfático consiste en un masaje suave y repetitivo, cuyo ritmo, más lento que el del masaje tradicional, y la adherencia a la piel sin la ayuda de productos favorecen la activación de la linfa y la eliminación de los líquidos estancados.
Se recomiendan ciclos intensos, inicialmente de 2 a 3 sesiones semanales seguidas de un tratamiento de mantenimiento (2 a 4 al mes); sin embargo, estas indicaciones pueden variar en función de la enfermedad y gravedad de la misma.